Lunes, 15 Diciembre 2025 15:51

Aurelio Velázquez: “El humanitarismo en la Guerra de España estuvo marcado por la militancia antifascista”

Escrito por

El profesor de Permanente Laboral de la Universidad de Cantabria, Aurelio Velázquez Hernández, abrió el miércoles 10 de diciembre, en la Casa-Museo León y Castillo, el XXIII Curso de Historia Política Contemporánea titulado ‘La ayuda humanitaria internacional en la Guerra de España (1936-1939)’.

Su conferencia, ‘La solidaridad internacional con la República en la Guerra de España (1936-1939): entre la agencia humanitaria y la militancia antifascista’, destacó la tensión entre acción humanitaria y compromisos políticos, así como la compleja coordinación de la ayuda intencional durante el conflicto.

Su conferencia destaca la tensión entre acción humanitaria y militancia antifascista. ¿Cómo se entrelazaron ambos planos en el apoyo internacional a la República?

La Guerra Civil española fue sin lugar a dudas uno de los grandes acontecimientos de su tiempo, y produjo un enorme impacto a nivel internacional. Todos los medios de comunicación se hicieron eco de las noticias que llegaban desde España. En cierto modo, el conflicto polarizó a las sociedades de medio mundo, sociedades que, a finales de los años 30, ya vivían un proceso de creciente polarización por la crisis de las democracias, el auge de los fascismo en Europa y la consolidación del modelo soviético como alternativa. En los países democráticos, las sociedades tendieron a mostrarse más a favor de la República que de los sublevados. No obstante, la posición de los gobiernos fue muy diferente, dada la inacción de las grandes potencias y su política de no intervención. En los países americanos se tradujo en leyes de neutralidad. La única manera legal de colaborar con el esfuerzo de guerra de la II República fue el envío de ayuda humanitaria. Esto llevó a que las sociedades civiles se movilizaran espontáneamente, formándose un enorme movimiento de ayuda a la España Republicana, con comités formados por partidos políticos, sindicatos, asociaciones de vecinos, grupos deportivos y comités de empresas, todos ellos fuertemente politizados y con relevante militancia antifascistas. Estos comités acabaron consolidando grandes plataformas nacionales y redes internacionales que operaban de forma transnacional, facilitando logística y distribución de propaganda política, además de la ayuda.

¿Qué organizaciones humanitarias tuvieron un papel más significativo y cómo se coordinaban con las instituciones republicanas durante la guerra?

Es una pregunta compleja. El entramado asistencial durante la Guerra es bastante complejo. Por un lado, hay organizaciones vinculadas al humanitarismo tradicional, como la Cruz Roja o los cuáqueros británicos y americanos. Por otro lado, existen organizaciones que surgieron al estallar la guerra dentro del movimiento internacional de ayuda a España. Destacan dos grandes plataformas: una vinculada a grupos anarquistas, Solidaridad Internacional Antifascista, y otra asociada a políticas de Frente Popular, coordinada desde París a través del Comité Internacional de Coordinación e Información de Ayuda a la España Republicana (CICIAER). Me he centrado en la investigación de esta última red, por la tensión entre humanitarismo y militancia antifascista. Fue una de las más importantes por el volumen de ayudas. En agosto de 1938, el gobierno de Negrín declaró a estas organizaciones como las únicas autorizadas oficialmente para recaudar fondos en el extranjero a favor de la República.

En su investigación, ¿cuáles son los principales países o actores que mostraron una solidaridad activa con la República, y qué motivaciones políticas o morales la impulsaron?

Si me centro en la red del CICIAER desde París, los países más relevantes fueron Reino Unido, Estados Unidos, Francia y Argentina. Muy por debajo, otros como Suecia y Suiza. Las causas que llevaron a estos países a tener un movimiento más potente fueron, entre otras, que eran industrializados y grandes potencias económicas en ese momento, y contaban con un potente movimiento obrero organizado. Desde las organizaciones políticas vinculadas al Frente Popular, fundamentalmente comunistas, socialistas y liberales de izquierda, se alentaba la participación masiva y entusiasta en el movimiento de ayuda a España.

¿Hasta qué punto la ayuda humanitaria fue también un instrumento diplomático para visibilizar el conflicto en el panorama internacional?

El gobierno de la República tuvo siempre interés en favorecer estas iniciativas porque permitían visibilizar sus intereses políticos y crear un movimiento internacional en contra del pacto de no intervención, que era estratégico para la República. Las relaciones del gobierno con estas organizaciones fueron siempre muy fluidas. Tenían representantes directos en los ministerios de Propaganda y Sanidad e Instrucción Pública, el gobierno les enviaba materiales para las campañas de recaudación e información sobre las necesidades más perentorias en los frentes y la retaguardia, para centrar sus ayudas.

Existe un debate sobre la neutralidad de la acción humanitaria. ¿Puede hablarse de neutralidad en un contexto de guerra civil y ascenso del fascismo en Europa?

Ninguna acción humanitaria está libre de sesgos políticos, económicos o de otro tipo. Que una acción se enfoque a favor de uno de los bandos no resta valor a su contribución ni vulnera la esencia de lo que entendemos por humanitarismo.

¿Qué dificultades logísticas y administrativas enfrentaron los organismos humanitarios a la hora de canalizar recursos hacia la población civil, especialmente la infantil?

Enormes. La primera es la necesidad de organizarse internamente. Los organismos que he estudiado no son profesionales ni estructurados desde décadas antes, como la Cruz Roja, sino efímeros y formados por profesionales sin experiencia. El primer reto es trabajar de forma organizada y coordinada. Por ejemplo, un comité en Rosario (Argentina) podía recaudar fondos, pero no tenía manera de enviarlos directamente a España sin perder gran parte en comisiones por cambios de moneda y transferencias. El CICIAER centralizaba las aportaciones en París, comparaba allí los productos y los enviaba a España. Por ejemplo, la leche condensada recaudada en Estados Unidos se compraba en París antes de enviarla a España. Para la distribución dentro del país, se apoyaban en entidades colaboradoras como el Socorro Rojo o el propio Gobierno.

Desde una perspectiva actual, ¿qué lecciones ofrece la experiencia de 1936-1939 sobre la relación entre solidaridad internacional y defensa de la democracia?

Es un asunto de rabiosa actualidad. Cuestiones muy similares a las de la Guerra de España se ven en conflictos actuales como Palestina o Ucrania. Estudiar un periodo en que fuimos receptores de ayuda y también exiliados permite establecer mecanismos de empatía con los exiliados y receptores de ayuda de hoy.

¿Qué aspectos de este periodo considera que siguen insuficientemente investigados y podrían abrir nuevas líneas de estudio sobre la ayuda internacional en conflictos contemporáneos?

Aún hay mucho que estudiar y que nos falta por conocer acerca de la propia historia institucional de buena parte de los organismos que actuaron durante la Guerra Civil española y el exilio, sus agentes y sujetos de ayuda, pero me interesan particularmente los estudios que se centran en el análisis de las trayectorias de activismo de los agentes de la ayuda humanitaria, los motivos que les impulsaron a participar en el activismo humanitario, y por ahí podemos profundizar mucho a través de la historia de las emociones.