Por Juan Antonio Peña, alcalde de la ciudad de Telde
Este 29 de junio hemos conmemorado un hito que trasciende las fechas y las piedras. Se han cumplido 500 años desde que concluyeran las obras de la Ermita de la Inmaculada Concepción de Jinámar. Medio milenio de historia, fe y legado. Medio milenio de memoria viva que late en cada rincón de este humilde y noble barrio.
Cinco siglos no son solo un número. Son generaciones enteras que han mirado hacia ese templo como quien mira al horizonte buscando consuelo, fuerza y esperanza. La devoción a la Virgen en este lugar nació mucho antes de que la Iglesia Católica declarara dogma el misterio de su Concepción Inmaculada, allá por el año 1854. En Jinámar, los vecinos y vecinas ya la veneraban con firmeza mucho antes, en un gesto que no solo habla de fe, sino también de una profunda identidad espiritual adelantada a su tiempo.
Eso es Jinámar: pionero en lo invisible. Visionario en lo profundo. Es un lugar que, desde la sencillez, ha sido ejemplo de una devoción silenciosa pero férrea, de un respeto transmitido de generación en generación, de una espiritualidad tejida con manos humildes y corazones grandes.
La ermita no es solo un edificio; es un símbolo. Un templo que ha sido faro en noches oscuras y remanso en días duros. Un espacio sagrado no solo por su significado religioso, sino porque encierra las lágrimas, las promesas, los silencios y las esperanzas de un pueblo entero.
Este aniversario no es, por tanto, una simple conmemoración arquitectónica. Es un homenaje a todos aquellos y aquellas que han mantenido encendida la llama. A quienes sembraron devoción cuando apenas había caminos. A quienes limpiaron, restauraron, rezaron, soñaron. A los colectivos que han luchado por su conservación. A los que la visitan en soledad o en fiesta. A todos los jinameros y jinameras que, con su día a día, han construido algo mucho más grande que una ermita: han construido un legado.
Este espíritu también lo vemos hoy en las muchas otras "ermitas" que levantamos entre todos. En los proyectos impulsados por asociaciones vecinales, clubes deportivos y grupos culturales que, sin pedir nada a cambio, luchan por mejorar su entorno. Cada uno de ellos representa, en esencia, una ermita distinta: un lugar donde se resguarda el alma de una comunidad.
Como alcalde, tengo el privilegio de presenciar cada día estas pequeñas grandes luchas que transforman Telde. Por eso, al mirar hacia Jinámar y sus 500 años de historia, no solo contemplo el pasado con orgullo, sino también el presente con esperanza y el futuro con compromiso.
Porque cada piedra de esa ermita nos recuerda que las obras más duraderas son las que se construyen desde el amor, la fe y la comunidad.
Hoy Jinámar no celebra solo una fecha. Celebra su espíritu. Su herencia. Su fortaleza.
Y desde aquí, a todos los que hacen posible que la Inmaculada siga siendo guía, les digo: gracias por mantener viva la historia. Gracias por hacer de Jinámar un lugar que enseña, que acoge y que inspira.